Pues bien, el modernismo, según nos recuerda Max Henríquez Ureña en su "Breve historia del modernismo", tiene una de sus capitales en Buenos Aires, la otra es México. Y luego, según me dijo Juan Ramón Jiménez, y según pude comprobar históricamente, luego llega a España e inspira por ejemplo a dos grandes poetas: a los hermanos Manuel y Antonio Machado. Todo esto lo hacemos; sin embargo todo esto, de algún modo, es secreto para el mundo, todo esto no interesa mayormente a la gente. Pero mientras tanto sucede otra cosa, otra cosa casi ignorada.
Yo he conversado con Saborido, autor de "La morocha", he conversado con Ernesto Poncio, autor de "Don Juan" y creo que de "El entrerriano"; he conversado con gente de la familia de Greco; he conversado con hombres que vivieron los orígenes del tango. Quiero recordar aquí a mi amigo don Nicolás Paredes, caudillo que fue de Palermo. Quiero recordar a un tío mío marino, Francisco Borges, que con unos amigos quiso bailar con corte y quebrada en un conventillo de la calle Las Heras. Es conventillo se llamaba Los Cuatro Vientos, lo cual sugiere ya grandes patios y ventolina. Y los echaron, porque como dice Carriego en un poema: "La casa será todo lo que se quiera, pero decente".
Quiere decir que el pueblo, entonces,no ignoraba el origen del tango. Ese origen es un origen híbrido. Después se ha hecho una leyenda, una especie de }histoire d'un jeune homme pauvre} de un baile orillero que es rechazado por la gente aristocrática y que finalmente el pueblo lo impone. Yo diría que ocurre exactamente lo contrario.
Me he ocupado alguna vez de la topografía del tango y he notado, sin mayor sorpresa, que cada uno lo llevaba a su barrio, cada uno creía que en su barrio había surgido el tango, lo cual es una pureba del amor de la gente, del amor que le sentimos. Hay un libro de Vicente Rossi, "Cosas de negros", un libro que está incluido en la obra de la señora de Panti y de Tomás de Lara ["El tema del tango en la literatura argentina"} -del cual hay un fragmento, creo-, que nos lleva a un academia, a una casa de bailes públicos en la ciudad vieja de Montevideo, al sur, creo que por la calle Yerbal, la calle de las casas malas. He hablado con el doctor Bioy también, y con muchos otros. Naturalmente, si el interlocutor era rosario, el tango era evidentemente del Rosario, del barrio cerca de la estación Rosario Norte; si era montevideano, correspondía a Montevideo; si era de Buenos Aires, correspondía no sólo a Buenos Aires sino a su barrio de Buenos Aires.
Pero todo esto, esta topografía ¿qué puede importarnos ahora? Lo importante es este hecho curioso: el hecho de que mientras públicamente -contra la barbarie, contra el gaucho a veces, contra el indio- estamos fundando un gran país, también se está creando, se está urdiendo, está engendrándose en la sombra, algo que no hará famosos en el mundo, y ese algo es el tango.
Y el tango sale, no del pueblo, no de la aristocracia, sino del ambiente mixto, creo yo, de ciertas casas "no santas", y creo que esto puede probarse por los instrumentos. Si el tango hubiera surgido del pueblo, su instrumento hubiera sido la guitarra. Yo de chico he oído tantas veces la guitarra en los almacenes, la guitarra muy mal tocada, pero frecuente; en cambio sabemos que los primeros instrumentos del tango fueron el piano, la flauta y el violín, al que se le agregaría después el bandoneón. Y nada de esto tiene que ver con el pueblo. Todo esto ya presupone ese ambiente en el que se codeaban el rufián y el niño bien, calavera.
Y recuerdo aquellos primeros tangos sin letra o con letra obscena, y recuerdo también haber visto bailar -estoy pensando en este momento en la esquina de Serrano y de Guatemala-, haber visto bailar el tango al compás del organito por parejas de hombres, de hombres porque las mujeres no querían participar en un baile cuyo origen conocían. Y recuerdo aquella sentencia acuñada por Lugones: "El tango, ese reptil de lupanar". Quiero admirar al precisión de la palabra "reptil" en que están las quebradas y los cortes, lo sinuoso del baile, y desde luego, el desdén que sentiría Lugones, cordobés, por un baile de origen -equívoco o no-, más bien inequívoco, de Buenos Aires.replica watches
Y luego el tango crece, y ahora, como acaba de señalar Gancedo, todos nosotros, más allá del lugar del que vengamos, nos sentimos expresados en el tango, nos sentimos confesados en el tango. Desde luego hay diferencias de épocas: yo soy un señor ya de cierta edad, no en vano nací en 1899, y me siento confesado, o quisiera sentirme confesado -porque ya hay una suerte de nostalgia en todo esto-, es el tango milonga o lo que llaman "tango de la Guardia Vieja". Y aquí voy a volver a recordar a mi amogo Paredes, hombre de guitarra y cuchillo. Estábamos en un café de la calle Santa Fe y tocaron, creo que tocaron "Caminito". Entonces él lo oyó, con perplejidad y dijo: "Todo estará muy bien, pero para mí es demasiado científico". De modo que no sé qué hubiera dicho de otras elocuciones, digamos, de la música, si ya ese, música sencilla y campesina, excedía sus escasísimos conocimientos de mal guitarrista y de buen payador. Es decir, para mí el tango sigue siendo todavía, por ejemplo, "El pollito", "El cuzquito", "Rodríguez Peña", "El choclo" y otros.
Quiero pensar en un amigo también. -Quiero pensar en Sergio Piñero. Sergio Piñero publicó un artículo en una publicación a cuya redacción no pertenecí, aunque alguna vez me publicaron un poema. Me refiero a "Martín Fierro". Y ahí él se quejó de que el tango estuviera ablandándose, de que el tango hubiera perdido lo que tenía de la milonga, es decir, esa suerte de coraje florido. Todo eso después ha ido ablandándose. Luego el tango fue llevado a París -creo que entre otras personas por Ricardo Güiraldes-, y volvió adecentado, triste y lento y sentimental. Y últimamente, alguien que no parece haber escuchado "El cuzquito" o "Rodriguez Peña" o "El choclo" ha dicho: "El tango es un pensamiento triste que se baila". Y yo querría oponer tímidamente, tímidamente porque ciertamente mis conocimientos de música y de baqile se confunden con la nada absoluta, querría oponer unas tímidas objeciones. En primer término, no creo que la música siendo un arte proceda de un "pensamiento"; yo diría, de una emoción; luego "triste",
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¿por qué triste?, habrá tangos tristes, pero para mí el tango es todacvía una expresión de valentía, de alegría, de coraje (es verdad que estoy pensando en el tango milonga y no en el tango canción); y luego, "que se baila",me parece algo agregado, porque si yo voy caminando por la calle y veo que alguien silba, reconozco inmediatamente el tango. Ese tango puede gustarme o no, pero hay algo en mi cuerpo, no sólo de porteño sino de argentino que lo reconoce inmediatamente. El hecho es que ese baile rechazado al principio por el pueblo, es admitido luego, porque se sabe que ha sido admitido en París. Nosotros juzgamos muchas veces las cosas según el juicio ajeno, lo cual desde luego es una forma de humildad y de modestia, que no debemos censurar.
Pues bien, el tango de algún modo sigue, como acaba de decir Gancedo, misteriosamente representándonos: algunos pueden gustarnos, otros no. Podemos preferir el tango sentimental; yo prefiero el tango valeroso. Podemos preferir también esos juegos musicales que se llaman tango y que yo no reconozco del todo (la verdad es que soy un señor ya viejo, según he dicho), pero el tango sigue representándonos; es decir, algunos calaveras, algunos canallas ¡por qué no decirlo!, maglie calcio replica y algunos buenos músicos ciertamente hicieron quizá por lo que se llamaba "el barrio tenebroso", de Junín, de Lavalle, algo que ahora no sólo ha hecho famoso el nombre argentino -¡qué importa la fama!, absolutamente nada-, sino algo que nos expresa a todos ¡Y hay tantos testimonios sobre el tango! Creo que todos ellos están reunidos en este libro
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