trazar un puente entre su experiencia y las nuevas generaciones. Un puente que educa y alienta. Y que es parte de su Buenos Aires actual.
“Me vienen a saludar muchos jóvenes que son músicos. Los escucho tocar y veo su talento, mucho talento, pero lamentablemente falta difusión, faltan escenarios para ellos. Mirá, yo soy un defensor de los jóvenes, donde me pidan que hay que ir a dar la cara yo estoy siempre presente. Me duele en el alma que la juventud no tenga posibilidades de mostrar sus cualidades, porque son breitling replica talentos”, se la juega.
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Leopoldo nació en Once, bien porteño. Hace 58 años se mudó a Ramos Mejía, y aunque pensó que era momentáneo, al final se quedó. Cuando trabajaba de noche no volvía a su casa hasta la madrugada. “Me iba de la radio a un café, me metía en el baño, me afeitaba y me quedaba esperando. Siempre el mismo recorrido, siempre con el bandoneón y la pilcha a cuestas. ¿Sabés cuántos colectivos no me paraban?”, dice, y reconoce que ahora sí son tiempos bien diferentes. Ahora, cada tanto pasa por el Torcuato Tasso: “Me gusta ir porque ese fue el lugar donde volví a nacer con la música”, asegura, generoso.
Recuerda que ya pasaron 67 años del debut. “A los 17 ya estaba en el cabaret, y hoy, a cada lugar donde voy, si no soy el mayor, le pego en el poste”, dice. ¡Coincidencia! es la edad que hoy tienen Lautaro Greco y Federico Pereiro, los dos chicos que tocan con él. “Es verdad. Federico vino un día, se trajo un atril cosplay kostüme shop y Fake Rolex Watches empezó a tocar el bandoneón con un sentido del tango que yo no podía entender, me pareció tan jovencito”, se sorprende. A veces, cuenta, tiene nostalgia por los amigos que ya no están. Y cientos de anécdotas con ellos. Momentos felices, dice. “Todos bien guardados en la memoria”. |